Cuando el viaje deja detrás
las gotas caídas sobre la hierba
de tu propia libertad.
Cuando un de repente
deja de ser una sorpresa,
para convertirse en una eternidad.
Cuantas veces deseé
arrancar un demonio al infierno
y traérmelo conmigo.
Y así poder mostrarle
con toda crudeza,
cómo se vive, se ama y se muere
alejado de la realeza.
Cuantas veces soñé
con robarle las alas a un ave
para poder volar, libre,
sobre la propia humanidad.
Tanto tiempo conmigo,
tanto tiempo luchando contra mí
y tanto tiempo amando ese porvenir
que yo sola me prometí.
Como la vida y la muerte,
como la suerte y la tragedia,
como el sol y la luna,
como Jeckyll y mister Hide...
Las palabras
no se las lleva el viento... no
las palabras,
se desvanecen lentamente en el tiempo.
La felicidad se prueba,
se saborea dulcemente
deteniendo el paladar
en pequeños instantes
regodeándose en ella.
“Ya habrá tiempo
más tarde para lamentarse”.
Solo conozco de primera mano
un sentimiento
y no se llama fortaleza,
no creo que tampoco
se trate de lealtad o paciencia.
Hablo de un traje de gala,
una ilusión ficticia,
que te obliga a levantar el rostro
aún a sabiendas que te volverán a golpear.
Hablo y escribo sobre ello.
Hablo de mantener viva la sangre,
de gritar cuando nadie te oiga,
de tensar y tensar la cuerda
para que nunca jamás permanezca floja.
Hablo de sobrevivir
por muy mal que se pinten las cosas.
Hablo de dibujar
un arco iris sobre las cenizas de la felicidad.
Hablo de crear un camino nuevo
para la esperanza,
hablo de cantar y llorar,
hablo de dolor y del poder de acariciar...
Hablo de tragar
aunque el nudo de la garganta te asfixie,
hablo de escapar hacia delante,
hablo de enfrentarse a la realidad
por muy cruda que se torne,
hablo de mantenerse erguido,
hablo de campos de batalla y luchas internas.
Hablo de orgullo y redención.
Hablo de pagar tus errores
con la honestidad
de tu propia responsabilidad.
Hablo de caminar descalza.
Hablo de amar y no morir en el intento.
Hablo de suspiros y lágrimas,
hablo de palabras y nostalgia.
Hablo de tantas cosas...
Tanto tiempo a mi lado.
Tanto tiempo intentándolo.
Tanto tiempo viviendo,
entre un cielo y un infierno.
No... Las palabras
no se las lleva el viento,
es el tiempo el que nos pone
a cada cual en nuestro sitio.
Cuantas veces soñé a robar
un instante al destino
uno tan eterno como divino
uno, solo uno, nuestro momento, amor.
Y aunque con ello
me hubiese ganado un lugar
en la antesala del infierno,
no hubiese dejado que nadie me lo hubiese impedido.
Todos los dioses
existentes y omnipresentes
y a los que desafié en tantos momentos
saben que no miento al gritarlo.
Hablo de estar aquí sin querer hacerlo.
Hablo de ser fuerte.
Hablo de blandir al aire tu sable.
Hablo... únicamente... de... CORAJE.
Cuantas veces quise.
Cuantas veces soñé.
cuantas veces perdí.
Cuantas veces, amor,
cuantas veces me creí rendir
y sin embargo
cuantas otras sobreviví.
las gotas caídas sobre la hierba
de tu propia libertad.
Cuando un de repente
deja de ser una sorpresa,
para convertirse en una eternidad.
Cuantas veces deseé
arrancar un demonio al infierno
y traérmelo conmigo.
Y así poder mostrarle
con toda crudeza,
cómo se vive, se ama y se muere
alejado de la realeza.
Cuantas veces soñé
con robarle las alas a un ave
para poder volar, libre,
sobre la propia humanidad.
Tanto tiempo conmigo,
tanto tiempo luchando contra mí
y tanto tiempo amando ese porvenir
que yo sola me prometí.
Como la vida y la muerte,
como la suerte y la tragedia,
como el sol y la luna,
como Jeckyll y mister Hide...
Las palabras
no se las lleva el viento... no
las palabras,
se desvanecen lentamente en el tiempo.
La felicidad se prueba,
se saborea dulcemente
deteniendo el paladar
en pequeños instantes
regodeándose en ella.
“Ya habrá tiempo
más tarde para lamentarse”.
Solo conozco de primera mano
un sentimiento
y no se llama fortaleza,
no creo que tampoco
se trate de lealtad o paciencia.
Hablo de un traje de gala,
una ilusión ficticia,
que te obliga a levantar el rostro
aún a sabiendas que te volverán a golpear.
Hablo y escribo sobre ello.
Hablo de mantener viva la sangre,
de gritar cuando nadie te oiga,
de tensar y tensar la cuerda
para que nunca jamás permanezca floja.
Hablo de sobrevivir
por muy mal que se pinten las cosas.
Hablo de dibujar
un arco iris sobre las cenizas de la felicidad.
Hablo de crear un camino nuevo
para la esperanza,
hablo de cantar y llorar,
hablo de dolor y del poder de acariciar...
Hablo de tragar
aunque el nudo de la garganta te asfixie,
hablo de escapar hacia delante,
hablo de enfrentarse a la realidad
por muy cruda que se torne,
hablo de mantenerse erguido,
hablo de campos de batalla y luchas internas.
Hablo de orgullo y redención.
Hablo de pagar tus errores
con la honestidad
de tu propia responsabilidad.
Hablo de caminar descalza.
Hablo de amar y no morir en el intento.
Hablo de suspiros y lágrimas,
hablo de palabras y nostalgia.
Hablo de tantas cosas...
Tanto tiempo a mi lado.
Tanto tiempo intentándolo.
Tanto tiempo viviendo,
entre un cielo y un infierno.
No... Las palabras
no se las lleva el viento,
es el tiempo el que nos pone
a cada cual en nuestro sitio.
Cuantas veces soñé a robar
un instante al destino
uno tan eterno como divino
uno, solo uno, nuestro momento, amor.
Y aunque con ello
me hubiese ganado un lugar
en la antesala del infierno,
no hubiese dejado que nadie me lo hubiese impedido.
Todos los dioses
existentes y omnipresentes
y a los que desafié en tantos momentos
saben que no miento al gritarlo.
Hablo de estar aquí sin querer hacerlo.
Hablo de ser fuerte.
Hablo de blandir al aire tu sable.
Hablo... únicamente... de... CORAJE.
Cuantas veces quise.
Cuantas veces soñé.
cuantas veces perdí.
Cuantas veces, amor,
cuantas veces me creí rendir
y sin embargo
cuantas otras sobreviví.