lunes, 23 de julio de 2012

Mala costumbre

Soy la mala costumbre
que desordena tu coherencia,
la inquietante diferencia
que en coincidencia te trae,
el adelante del detrás
del intento que te tienta,
la cuerda que te suelta
donde te quema el soltar.


Soy el rocío que moja
las sábanas de tus instintos,
la tinta de lo prohibido
volcándose en tu tintero,
la valentía del miedo
volviendo por la batalla,
el fin que acaba
con las vallas del silencio.


Soy el nombre que desnudas
en humedad de tus labios,
el verbo del abecedario
que sacude tus letras,
la sabia consecuencia
de la savia de tus cauces,
la sombra de la calle
donde descalzas tu huella.


Soy el tiempo que detienes
en redes de tu suspiro,
la piedra del camino
a tiro de tu tropiezo,
el constante regreso
al punto de partida,
la historia ya sabida
contándose de nuevo.

martes, 10 de julio de 2012

El bello beso del silencio

Nadie debería exigir
lo que no es capaz de cumplir
y menos aún reprochar
atenciones, halajas o soluciones.

Cuando el único remedio
que uno ansía y necesita para sobrevivir
a la cortina de humo,
es el bello beso del silencio.

La caricia extrema de aquella soledad
que se manifiesta
cuando uno la busca con paciencia,
con premeditación y con urgencia.

El silencio de escucharse a si mismo,
el pulso de tu diversidad,
el compás que marca
el minutero de tu devenir,
el latido de tu bienestar.

Ver para creer
y como decía el guión
de aquel bonito largometraje de sentidos
y experiencias escuchadas:

¡Las personas nunca cambian
lo que cambian son las circunstancias
que suceden a esas personas!

Zambullirse en el fondo del mar,
aislarse de la cotidianidad,
que inflige una muchedumbre
que apenas te dice nada.

Exprimir al máximo
esos bellos besos de amor,
dormir sobre el mismo lecho
de una oscura suerte que a cada paso
que emites te acompaña y se te desvanece.

Conversar a solas
con más nadie más
que con el espíritu de tu bondad,
procurando encontrar en aquel más allá
algo más que reflexiones escritas
que no te hagan sentir mal.

En el centro de cualquier epicentro,
dentro del más ensordecedor diluvio,
entre tormentas de paz y de guerra,
en mitad de una costumbre de gritos y miedos.

Siempre, en el centro de todo ello
se encontrará ese bello beso perdido
que tantas veces se busca
y que muy pocas veces se encuentra.

Perdido para no ser hallado,
casi olvidado por voluntad propia,
despojado de pecados capitales,
aún faltando a preceptos
por los que en otros tiempos
separarían de tu cuerpo tu cuello.

Como una brisa matutina
que despeina pero no altera la empatía,
como una sonrisa
que hacer estirar las comisuras de las reinas.

Viento y paz,
hoguera y llama que no quema.
Solidaridad extrema
y amplitud de los cinco sentidos,
para poder escuchar, hoy y aquí,
mucho más allá del verbo oír.

Un beso cálido y liviano,
el beso de aquel pobre diablo
con vestimentas de mediano,
cuyo pañuelo al cuello
lo delata como caballero, austero y soberano.

Viento, sal de océano y tempestad.
Calmada,
como el querer siempre estar en esa paz,
en esa calma meridiana,
que te imprime el sello
de ser asocial.

Nadie debería exigir
lo que no es capaz de cumplir
ni tan siquiera a sí mismo.

No creo que exista alguna senda
por ese devenir
que nos conduzca a la jungla
donde poder llegar a ser feliz.

Necesidad es sobrevivir.
Soledad y silencio, a veces,
vida y calma,
paz, aire, pureza
y siempre, siempre
vuelta a casa.

lunes, 2 de julio de 2012

¿En qué momento?

¿En que momento
decidí vivir sin ti?

¿Cuando me convertí
en todo aquello 
en lo que nunca debí?

Quizá allí,
entre atisbos de ensoñaciones
o entre las huellas de la madrugada,
sea donde únicamente me sienta bien.

Los días perfectos no existen
y el destino, ya comprendí,
es otra de aquellas historias románticas
que nunca terminan bien...

No hay bastiones 
que no se puedan traspasar,
ni castillos 
que no se puedan conquistar.

No existen reyes cuyo reinado
haya durado toda la eternidad.
No existen vidas completas
solamente momentos como los pasados...

Momentos como éstos,
momentos donde uno se muestra
tal y como verdaderamente es.

Momentos en los que se destruye,

momentos en los que se ama,
momentos en los que uno se pierde.
¡Momentos!
Los ramos de rosas
siguen aquí junto a mí
entre pétalos y mariposas...

Y sin embargo las flores
no están hechas para mí.

Cada noche entre sábanas e insomnios,
me dejo ir tan libre como presa
y cuando regreso...
descubro que nunca me fui.

La cuenta atrás
no la marca un reloj.

Las noches no son tan oscuras
cuando uno anhela con fuerza
atrapar un sueño
y convertirse en su dueño.

¿Cuando decidí vivir sin ti?

Fue mientras me dejabas ir
o mientras dejaba 
que se acercasen
hasta mí las montañas.

¿En que momento 
tomé la decisión 
de hacer caso omiso
a mi corazón?

¿En qué momento me fui?

Tener miedo no es bueno;
pero a veces ese miedo
si uno sabe hacerse con él
se convierte en un fiel consejero.

No quiero paz si ello supone dejar de soñar.

Dime pues:
¿En que momento lo hice?
¿Cuando decidí
vivir y morir sin ti?