Y mientras estremezco,
no sin más,
los caminos se muestran
a mi alrededor.
Como si el viento,
y más nadie,
les ordenase continuar.
Y mientras tanto
ni mi voz ni mi voto
creo, a estas alturas,
que puedan deambular solas
de un lugar a otro.
Porque sin obedecer a la razón
no existieron nunca jamás,
ni un Dios ni un cielo
en los que guarecerse
cuando las cosas tenían
esa tendencia natural
a sobrepasar la felicidad.
Los demonios
que nos observan, desde dentro,
son los verdaderos sabios
de nuestro tiempo.
¿O acaso el amor
no es más puro
cuando te hace
llorar de verdad?
¿O acaso no nos crecemos
ante la adversidad
extrayendo desde nuestras entrañas
ese guerrero que todos llevamos dentro?
¿O acaso una victoria
no es más dulce
cuanto más cuesta obtenerla?
¿O acaso
entre tormenta y tormenta
una y mil veces
no buscamos un beso
que nos seque el dolor
que nos corroe por dentro?
¿Quien somos en realidad?
Cada cicatriz es una historia,
cada remordimiento
una promesa incumplida,
cada sueño una utopía por profanar.
Y cada día:
¡Qué si no,
sino un día más!
Ardo entre cenizas
de mi propia voluntad
aquí, allí … en cualquier lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario