A veces pensé
que ante determinadas situaciones,
si el corazón hubiese tenido alas
ya se habría lanzado al vacío.
Entre cambios climáticos
y tormentas de sensaciones,
entre canciones y ecos de trompeta ,
la vida se seguiría midiendo
por campos de batalla.
Y aún así,
si el corazón pudiese detenerse
para poco después volver a latir,
seguramente dudaría si seguir así,
callado y feliz
sin intentar combatir para sobrevivir.
Puede que no exista la palabra.
Puede que si la pronuncio
mi destino entre cenizas arda.
Puede que muera y viva
dentro de ti,
o incluso cabe la posibilidad
de que jamás lo haya hecho.
Puede que una pesadilla
sea una prolongación maldita,
de un sin vivir
y que aún así, sea compensada
con gratas veladas de porvenir.
Y sin embargo, sigo aquí,
escribiéndole canciones
a todo aquello que me permita
ser yo misma.
Aunque vague
por desiertos de soledades
y me tope de bruces
con mi propio espejismo.
Aún así
donde muchos
solo ven egoísmo,
yo sigo viendo supervivientes.
Y creo firmemente
que si al corazón le ofreciesen
como opción,
enfrentarse a si mismo,
lucharía
hasta las últimas consecuencias.
Porque aún existiendo
la posibilidad de caer derrotado,
lo habría hecho
ante un digno y honorable adversario:
¡Él mismo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario