viernes, 10 de agosto de 2012

Nunca digas nunca

Una vez escuché decir,
que si no éramos capaces
de hallar la puerta de la felicidad;
quizá, deberíamos convertir
nuestras promesas y sueños en un hecho,
dejando tras de nosotros esa puerta abierta
para, al menos, poder sentirnos... satisfechos.

¡Nunca digas nunca!

Así como un siempre
puede condenarte,
un nunca
jamás te hará redimirte.

Nunca jamás
es una afirmación tan contradictoria,
como la quemadura infringida
por un bloque de hielo.

"Lo que no te destruye
te hace más fuerte"
A ver qué remedio...

Si el sol se escondiese para siempre,
el este y el oeste
jamás tendrían un horizonte
donde mirarse a los ojos y sonreírse.

Puede que un día al levantarte
y salir a la calle para mostrarte,
observes un arco iris en blanco y negro
y creas ciegamente que nadie puede ayudarte.

¡No temas, no te asustes!

Puede que el árbol de la vida,
deje caer tallos de sus ramas
creando a su alrededor
un entramado de hojarasca.

O puede que las aves
migren en derredor,
hacia lugares más soleados
allí donde nadie observe su vuelo.

Incluso puede que los soldados
una mañana de lucha,
cansados y sin alma,
cometan actos injustificados.

Espera, la paciencia es la única
que conjuga un siempre y un nunca
en medio de ningún lado.

Nunca, es exigirse demasiado
porque jamás
podrás hacerle justicia
a una palabra tan dura.

Ni allá en "El Reino de Nunca Jamás"
creo que la palabra existiese como tal.

¡Nunca digas nunca!

Algún día... un instante, un momento,
un suspiro, un silencio, una metáfora,
un verso o la bella sonrisa de un niño;
harán arreciar las tormentas de tu nostalgia.

Nadie tiene la última palabra.
Puede que al sentarte a recordar
no halles en tu memoria la felicidad.
¡Que más da!

Recuerda que siempre existirá
aquel instante o aquel momento
que hicieron de tu vida un acontecimiento.

Solo uno, solo un instante,
solo un momento.
¡Feliz o satisfecho!

Que importa pues el término.

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